Un gobierno que no tiene el control de sus gobernados, y a fin de acostumbrarlos a la obediencia por medio de las artes de la paz, acude a la religión, como cosa indispensable para mantener el orden social. Si se establece sobre tales fundamentos, durante mucho tiempo en todas partes, como en toda republica, se tendrá tanto temor al Dios; temor que facilitara la ejecución de jugosas ganancias proyectadas por un dirigente o para grandes hombres de política.
Porque, quien observe la relación que existente entre la religión con el Gobernante descubrirá que, cuan útil es la religión para mandar al pueblo, para reunir al pueblo, para mantener y alentar, a tal punto, que si fuera preciso decidir a cual gobernante debe para un pueblo, a bueno o al astuto, creo será elegido al astuto, porque donde hay religión fácilmente se establece la disciplina y la paz y no religión, es muy difícil fundar esta.
Si el bueno no necesita de la autoridad de Dios para ordenar y organizar al pueblo, el astuto, quien simulara estar inspirado por el Dios que le aconseja como deben ser las cosas; acudiendo a este recurso por la precisión de obtener posición, poder sobre los demás y establecer nuevas y desconocidas reglas de conducta.
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